Nuestro Fundador, Víctor Scheppers

  Una de las grandes plagas de su tiempo, como sin duda de todos los tiempos, era la situación de los encarcelados, encerrados en celdas abarrotadas, sufriendo la promiscuidad de sexos y edades, víctimas de la arbitrariedad de los vigilantes. Para encontrar a Cristo en las cárceles y ampliar su apostolado caritativo fundó la Congregación de los Hermanos de Nuestra Senora de la Misericordia, el 25 de enero de 1839. Estos Hermanos vivían en las prisiones civiles y militares; se ocupaban de las relaciones humanas con los presos, y asistían a los enfermos en las enfermerías.

Víctor Scheppers cuidaba muy especialmente la asistencia espiritual de los presos, gracias a lo cual conseguía verdaderos milagros de gracia y conversión, sobre todo durante los retiros espirituales.

Conocía y seguía con atención paterna a cada uno de sus Hermanos en su duro trabajo en las prisiones y en el apostolado en las escuelas, que aumentaban constantemente. Con intuición de vanguardia consiguió la separación de los presos menores de edad de los adultos y organizó para aquellos casas de reeducación, que se convirtieron en estímulo y modelo para instituciones similares en Europa.

Trataba a estos jóvenes perdidos con atención y amor, como hijos de Dios. Amplió el apostolado de la Congregación asistiendo a los ancianos y a los huérfanos; no había obra de caridad que no le encontrase dispuesto a colaborar, y por ello mereció ser llamado «el San Vicente de Paul de Malinas».

Su muerte fué el último acto de fe y de amor en su vida terrena. En presencia de sus Hermanos muere recitando el «Sub tuum praesidium», encomendándose a la Madre de la Misericordia. Era el 7 de mayo de 1877.

La Iglesia reconoció la heroicidad de sus virtudes el 16 de marzo de 1987.

Para su beatificación esperamos que Dios haga un milagro por su intercesión. La devoción y la piedad de los fieles podrán obtener este signo de Dios que confirme la santidad del Venerable Víctor Scheppers.

Nuestro Fundador

Víctor Scheppers, sacerdote eminente, apóstol de la caridad, precursor de la reeducación de la juventud descarriada. Nació en Malinas (Bélgica) el 25 de abril de 1802, en el seno de una familia acomodada y profundamente cristiana, en un período turbulento y de grandes disturbios políticos, militares y sociales. Desde muy joven aprendio a confiar en la Providencia que cuida de los hombres y de los acontecimientos, a tener una profunda devoción a la Santísima Virgen María, así como una gran comprensión y generosidad hacia los pobres.
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A los 23 años siente la llamada de Dios que le impulsa practicar la caridad a través del sacerdocio. Ocurrió en París en 1825, después de una profunda meditación sobre la vanidad de los honores y de la gloria humana ante el sepulcro de los reyes de Francia degollados por la revolución, y sobre la desdichada condición en que la revolución y el imperio napoleónico habían dejado a los obreros y a la gente del pueblo.

 Después de numerosas dificultades por el dominio de los protestantes holandeses sobre los católicos belgas, ingresó en el seminario y muy pronto se comprometió a llevar la Buena Nueva a los talleres, donde los obreros, agotados por las interminables horas de trabajo, no veían con buenos ojos la presencia de un sacerdote.

 

 

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Ordenado sacerdote el 13 de abril de 1832 , encuentra en la Eucaristía y en la Liturgia la más alta expresión de su amor a Dios; toda su vida estuvo animada por un gran espíritu de fe y por una ferviente piedad, que se manifestaba en el largo tiempo que pasaba en oración delante del Santísimo Sacramento. Encontró la más alta expresión de su ministerio sacerdotal en la predicación (su tema preferido era la Santísima Virgen) y en la confesión. Después de largas horas en el confesionario, cuando se dirigía ya tarde a casa, encontraba ante su puerta numerosos penitentes; su bondad, sus palabras sobre la misericordia de Dios daban confianza a los más difíciles.
 
 

Al Servicio de los jóvenes

Pero su celo no se limitaba al altar y a los sacramentos. Sabía muy bien que en las calles y en las casas Cristo sufría la miseria material y moral de un mundo descristianizado, como consecuencia de la revolución y de las guerras.

Su primer apostolado, después de la ordenación, consistió en atender a los jóvenes, tanto a los que frecuentaban las escuelas, de cuya inspección le había encargado el arzobispo, como de los más ignorantes y necesitados. En su casa recibieron una educación primaria, pero enormemente válida. También se ocupó de los que, aunque eran muy jóvenes, se veían obligados a realizar trabajos excesivamente duros.

Para ellos fundó su primera escuela, dedicada a «María, madrea de la Misericordia»; en ella se impartían clases al mediodía, en el tiempo de descanso entre el trabajo de la manana y de la tarde, y tambíen los domingos por la manana.

Estaba convencido de que sólo por medio de la instrucción estos jóvenes podrían salvar su dignidad humana y sus derechos como obreros.

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La plaga de las cárceles